Hoy mi madre, se queda cuidando de mi hijo de un año, y suele utilizar frases o palabras de este estilo: “Deja el tete que vamos a ñam ñam chichi. Luego iremos a popo, a lolo y a la tarde iremos en el brum brum a ver si vemos algún guau guau”. ¿Es esto correcto?
¿Qué siente mi hijo?
Los padres nos preocupamos, y lo hacemos a menudo. Bien sea porque está enfermo, porque se ha dado un golpe o se ha disgustado, porque no ha comido o no duerme bien, porque llora, porque ha pegado o ha recibido…o sencillamente porque tenemos dudas de si podríamos hacerlo mejor. El caso es que la preocupación va ligada a la paternidad, y en su justa medida no tiene por qué ser mala. Se puede ser más o menos tranquilo, pero todos los que somos padres sabemos lo que se siente.
Solucionar un conflicto sin frustrar a tu hijo
Hay una escena habitual en los parques en la que nuestro hijo quiere un juguete que otro niño no le deja. El resultado puede pasar por una insistencia por parte de nuestro hijo en hacerse con el objeto en cuestión, hasta que se percata de que no lo va a lograr y comienza ese llanto instintivo y primario, de rabia y de frustración por no poder tener lo que desea.
9 recomendaciones para un sueño reparador
Una de las cosas que más nos preocupa como padres, porque interfiere de forma directa en la calidad de vida familiar, e incluso en nuestra salud, es el modo en que duermen nuestros hijos. En ocasiones, nos quejamos de que les cuesta conciliar el sueño o de que cuando lo hacen tienen despertares nocturnos que resultan agotadores. A continuación, señalamos nueve recomendaciones a la hora de acostar a nuestros hijos que les facilitarán un sueño reparador:
¿Es conveniente utilizar chupete?
Me decía una madre: “los chupetes deberían llevar manual de instrucciones porque si no, cada uno lo ponemos cuando nos viene en gana. Tengo un vecino, que con cuatro años aún utiliza el chupete a todas horas y una compañera de trabajo que no se lo quiere poner a su hija. Total, que una no sabe qué hacer”.
¿Te ayudo? ¿Conviene ayudar si no lo ha pedido?
Ahí tenemos a nuestro hijo de dos años, en el salón, intentando hacer una torre con fichas. Pone una, pone dos, pone tres y se le caen. Y lo vuelve a intentar. Pone una, pone dos, y tres, y se le caen de nuevo. Y en ese momento cuesta contenerse, y aparece la frase…”¿Te ayudo?” ¿Realmente hay que ayudar en ese momento?.
Cambiar de actividad sin liarla
Estamos disfrutando de la tarde, junto a nuestro hijo, que lo está pasando genial. Puede ser que esté pintando, viendo dibujos en la tele o corriendo por el parque, pero… llega un momento que hay que romper la magia porque es la hora de irse y hay que hacer otra actividad. Esta situación nos genera tensión, ya que, no queremos que se estropee el ambiente positivo y finalizar con un recuerdo desagradable.
El niño que espera, desespera. ¿Y si eso se pudiera cambiar?
En el supermercado había dos mujeres hablando. Junto a ellas, estaba un niño de unos cuatro años que no paraba de decir en tono casi robótico: “mamá”, “mamá”, “mamá”, “mamá”, “mamá”, “mamá”, “mamá”, “mamá”, “mamá”… Tranquilamente ha podido repetirlo unas veinte veces. No es la primera vez que ocurre una escena similar con un niño que repite insistentemente: “quiero agua”, “quiero agua”, “quiero agua”, “quiero agua”, “quiero agua”, “quiero agua”, mientras su padre está hablando con alguien. Ni siquiera “¿me das agua por favor?”, sino “quiero agua”.
¿Hay que castigar?
Se ha usado o abusado tanto de los castigos, que parece que es algo obligatorio en la educación de nuestros hijos e hijas. Es cierto que los que se utilizan actualmente, son más sutiles y con menos agresividad física, ya que, mientras que en la generación de nuestros abuelos era más habitual que sacaran a “pasear” la zapatilla o el cinturón, hoy en día, afortunadamente sucede bastante menos y parece que la violencia física ejercida a los niños está remitiendo. Pero… ¿Y el daño emocional que pueden ocasionar los castigos?
¿Cómo le enseñamos a elegir?
Carmen, esa amiga de toda la vida desde que tengo uso de razón. A la que quiero con toda mi alma, pero que es indecisa. Y no me refiero a que a veces dude o no tenga las cosas claras, sino a que hay ocasiones en las que puedes llegar a ponerte “enferma” si no la conoces. Porque hay situaciones cotidianas del día a día en las que ella tarda en tomar decisiones, o cambia constantemente de opinión porque no tiene las cosas claras…