“Tengo un hijo de 13 años y ha cambiado. Ya no es el mismo que era. Protesta, contesta, parece triste y cansado, ya no nos cuenta las cosas… Necesitaría alguna orientación “.
Tener un hijo adolescente no es fácil, porque viven muchos cambios en poco tiempo. Pasan de necesitar nuestro afecto y jugar en el colegio con sus amigos, a preocuparse por su imagen y necesitar la aceptación de sus amigos. Así mismo, experimentan cambios físicos que les hacen sentir pudor y curiosidad por su sexualidad. Todo esto ocurre en una montaña rusa de cambios hormonales que les afectan a nivel emocional, y que en ocasiones no expresan de forma adecuada en casa, lo que hace que la respuesta que reciben les haga sentirse incomprendidos.
Experimentan sentimientos de soledad, de no ser aceptados, de no valorar su imagen, de tener un bajo autoconcepto y de pensar que sus padres no les quieren. Pero también tienen sentimientos de sentirse libres, felices, autónomos, capaces de hacer cosas, de demostrar que pueden hacerlas y de sentirse queridos.
Estas emociones, se van encontrando y recorriendo su día a día, lo que en muchas ocasiones les provoca esa sensación de vértigo e inseguridad mientras que otras se ven fuertes y con la verdad absoluta. Por si esto fuera poco, también sienten un aumento del apetito así como del cansancio, porque la realidad es que madurar y crecer, agota.
Así que, tenemos a nuestro hijo con ciertos altibajos, que ha pasado de ser un niño que se reía a cada rato, a ser un muchacho con el que podemos tener un debate porque tiene un criterio propio con argumentos. Lo que implica que tiene el don de la palabra y que, cuando quiere, la sabe utilizar. El tema es que no siempre saben poner palabras a lo que están sintiendo, o si lo saben, puede que no quieran hablar. Sin embargo, con sus amigos, no necesitan poner tantas palabras porque están pasando por el mismo proceso en el mismo momento por lo que sólo con mirarse, se entienden. Y con eso, los padres no podemos ni debemos competir.
Pero hay 3 cosas que nos pueden ayudar: La primera es entender que la adolescencia puede ser una etapa bonita pero no es fácil, otra es aceptar que los amigos son necesarios, y la última, es tener en cuenta que también los padres somos necesarios.
¿Qué podemos hacer para ayudar a nuestros hijos?
- Hablar con ellos en tono conciliador, no desde el reproche, sino desde el cariño y buscando el entendimiento.
- Buscar el momento adecuado para acercarnos a ellos. No es lo mismo intentar empezar una conversación cuando está viendo la televisión, que cuando está merendando.
- Tener en cuenta los pequeños detalles; hay que observar a nuestros hijos y poder “leer” sus caras para acertar con el momento más adecuado para mostrarle afecto, que también necesitan. El hecho de ser adolescente no quiere decir que hay que “exterminar” el contacto físico padres e hijos, pero si tener en cuenta que el momento más idóneo posiblemente no será delante de sus amigos, ni cuando se está preparando porque ha quedado y tiene prisa. El momento de acostarse, generalmente suele ser una oportunidad de acercarnos a ellos.
- Siempre que les tratemos con respeto, y que ellos lo sientan así, será más fácil poder exigirles que también lo hagan.
- A esta edad no toleran bien las órdenes directas del estilo: “recoge tu habitación” por lo que también el lenguaje que utilicemos puede ayudar o entorpecer la relación. Generalmente, a nadie nos gusta recibir este tipo de órdenes, por lo que es mejor no abusar de ellas y recurrir a frases tipo: “¿Qué tal está tu habitación?, ¿está recogida o necesita que le des un pequeño repaso?”.
- Darles responsabilidad y pedirles opinión les hará sentirse útiles y valorados.
- Buscar un hobby en común nos permitirá pasar tiempo con ellos, y eso es algo que conviene no desperdiciar para reforzar la relación. Un simple juego de cartas de sobremesa de domingo en el que incluyamos algún pequeño “pique”, que aporte risas de complicidad, es importante, pues para poder exigir y que respeten nuestras decisiones sin necesidad de ser autoritarios, hay que haber aportado primero momentos de calidad a la relación. Eso hará que nos respeten porque saben que les hablamos desde el cariño. Si hemos dedicado ese rato agradable, será más sencillo que nuestro hijo llegue a casa a la hora que le digamos con una sonrisa, porque le hemos dado tiempo del bueno.
- No hablar desde el “tú has dicho” o “tú has hecho” sino desde el “me he sentido“. Esto hará que nuestro hijo se ponga en nuestro lugar, que sea más empático y que llegue a pensar también en los demás. Con el “me he sentido” le decimos explícitamente lo que su actitud provoca en otras personas, le hacemos “abrir los ojos” y reflexionar sobre sus actos sin señalar su conducta de forma rotunda. De este modo, no se sentirá atacado frontalmente, en una etapa de su vida donde la lucha, la rebelión y la defensa de sus intereses le hacen enfrentarse ante cualquiera que le haga sentirse herido.
-Por último, recordad que cuando estemos en un momento de tensión en el que podemos decir cosas de las que nos podamos arrepentir, hay que tener en cuenta que nosotros somos los adultos y que si es preciso posponer la conversación para cuando estemos más tranquilos, o incluso trasladarla a la pareja, es conveniente hacerlo.
Contadme vuestros problemas concretos sobre la adolescencia, les iremos buscando la solución.
9 comentarios
Me encanta! Muy bueno!la adolescencia es un periodo que me fascina, pero que ahora que soy madre, temo!!! Buenos consejos a tener en cuenta, sobre todo el de que siguen necesitando cariño t aafectó físico, que a muchos padres se les olvida… Pero hay que buscar el momento.
Un abrazo
Hola Mai!!
Efectivamente la adolescencia da un poco de vértigo. Por eso siempre es conveniente “sembrar” desde edades tempranas. Y el afecto desde luego que no falte, para eso no hay edad!! Muchas gracias por tu visita y tu comentario.
Hola!!!!
Yo temía mucho la adolescencia de mis hijos y he tenido mucha suerte, la han pasado muy bien.
En su cole había una escuela de padres y me apunté, y me ayudó muchísimo.
Lo consejos que nos daban tanto la orientadora como las profes eran más o menos los que das tú, lo primero recordar que nosotros somos los adultos, y hablar con ellos en el momento adecuado, buscar algo para hacer juntos…la verdad es que con estos consejos y la suerte, porque tuve suerte con mis hijos aunque han tenido sus cosas, como todos, lo hemos ido capeando.
Al final lo mejor es no tener miedo y cuando nos toque ir solucionando los problemas, que al final todos lo hemos pasado y superado.
Y también te diré, que al menos en mi caso, sí que noté diferencias entre chico y chica, y los míos solo se llevan un año y los eduqué igual, pero ella ha sido más complicada en ciertas cosas.
Un besito y me ha gustado mucho leerte, creo que a veces nos olvidamos de algunas cosas en la adolescencia, y no todo es recriminar y hay que recordar que en el fondo son niños.
Hola Marigem!!
Muchas gracias por compartir tu experiencia personal, pues ayuda a las que como yo, aún no hemos llegado a esa etapa con nuestros hijos. Veo que tu paso por la escuela de padres lo recuerdas como algo positivo y que coincidimos en las orientaciones, de lo cual me alegro. Me han gustado especialmente tus apuntes de que no debemos tener miedo a esta etapa ni olvidar que son niños a pesar de su tamaño. Gracias por tu comentario, un saludo!!!