Me encantaría poder llevar a mi hijo al colegio, y dejarle allí, pensando que es un entorno seguro, donde va a estar aprendiendo y disfrutando de sus amigos. Hasta hace unos días, ni siquiera me planteaba que eso no pudiera ser así.
Ahora tengo dudas, de si a veces como madre, soy la última en enterarme de las cosas. Y yo no quiero ser esa madre, ni que mi hijo sea ese niño. Pero tampoco quiero que él tenga que posicionarse entre agredir, recibir o callar. Debo enseñarle el valor de las cosas, la ética y la moral. Aunque no todos la tengan, pero yo voy a esforzarme para que lo entienda, porque le hará ser mejor persona.
Quiero que sepa, que en la vida hay muchas veces en las que no es correcto quedarse al margen, y que se puede sentir miedo o vergüenza, pero que es algo que se pasa, se supera y que cuando has conocido el valor, este no te deja nunca, y lo que antes te daba vértigo, ahora se siente con menos intensidad, porque has aprendido y te has hecho fuerte.
Sentir las emociones y pararse a escucharlas, siempre es mejor que la culpa de no haber hecho lo correcto. Educar con inteligencia emocional en la igualdad, en la tolerancia y en el respeto, es la llave que tengo como madre para que mi hijo sea feliz.
Voy a ver cada salida del colegio como una oportunidad de observar cómo se relaciona con los otros niños. Me sirve el lenguaje verbal y gestual, cada mirada entre él y entre el resto de niños. No es espiar, no; es interés en que sus relaciones sean sanas. No quiero que mi hijo sea ni agresor, ni agredido, pero tampoco me gusta que tenga que verlo. Sencillamente, quiero que desaparezcan las relaciones tóxicas de la faz de la tierra.
Me siento en la obligación de aprovechar cada cumpleaños al que se le invite, para hablar con otros padres y construir una “red de seguridad”, en la que haya complicidad para hacer un feedback de cómo transmiten en sus casas el sentir nuestros hijos. Si los padres estamos alertas y unidos ante el acoso escolar, se puede detectar pronto y evitar.
Me sirve cada cumpleaños al que no le inviten, porque eso me indica cosas. Me ayuda ver su cara cada día, hablar con él, interesarme por el tipo de juegos que hacen, las bromas, cómo transcurren las relaciones…
Seré respetuosa, y sin interrogar, hablaré y escucharé “leyendo” cada suspiro, cada mirada “baja”, cada silencio. Lo haré de forma sutil para que no se sienta invadido, pero sin bajar la guardia, porque soy su madre y porque le quiero.
Seré la primera en entenderle y apoyarle en sus disgustos, y hacerle ver que los roces son normales pero no las fijaciones, ni las humillaciones, ni las vejaciones. No le diré “son cosas de niños, no hagas caso”, porque no es verdad. Seré sincera y le daré herramientas, que le hagan ver el acoso como un problema de adultos a los que se debe de trasladar si sucede.
No le dañaré diciéndole “déjalo pasar”, “ya se pasará” o “aguanta un poco”, porque el maltrato no se debe de consentir en ninguna de sus formas. Se debe intervenir y cuanto antes mejor.
Confiaré en el centro escolar y en el profesorado, pero mi hijo no vive allí, y no sólo debo de transmitir algo cuando lo he detectado, aunque no sea directamente de mi hijo, sino que es necesario que en cada ocasión que tenga, pregunte, porque no sólo es importante lo académico, sino también lo personal.
Entiendo que los límites deben de ponerse en casa, con refuerzo del colegio, pero si con esto no es suficiente, no dudaré en pedir ayuda a los profesionales, porque siempre es mejor parar una agresión a tiempo que consentir que un maltratador siga actuando. Hay muchos otros.
Si este post de la visión de una madre lo creéis interesante, os invito a leer también el post que sirve para ponernos en la piel del niño acosado.
Acoso escolar; no es para que lo leas tú, es para tú hijo, tu alumno, tu sobrino,…
8 comentarios
Una pasada de artículo. Dices muchas cosas en pocas líneas. Información súper concentrada. Gracias y mil gracias.
Muchas gracias a ti por tu comentario Alazne, un saludo!!
Me da pánico todo esto.
Comparto cada una de las líneas que escribes. Muchas veces he pensado si estoy “espiando” a mis hijos pero no es eso, de verdad que no, sólo estoy observando sus relaciones con el resto de niños, ver cómo se comportan, cómo actuan…
Me ha gustado mucho el post
Hola!!
Muchísimas gracias por tus palabras!! Efectivamente, hay una gran diferencia entre espiar y estar pendiente de tus hijos. Qué bueno que sepas verlo. Un abrazo!!
Cada día me alegro más de que el mío vaya a un cole con solo 15 niños. SOn todos del pueblo, se conocen desde pequeños, y la verdad es que nunca he oído de casos así, aqui todos son amigos. Claro que se pelean, y riñen, como todos, pero no hay el temido acoso. De todos modos es un tema que no por verlo lejos me deja de preocupar. Aquí en el pueblo, si vemos a dos niños peleando, intervenimos, los separamos, no dejamos que se peguen, sean nuestros hijos o los de las vecinas. Si vemos que entre dos insultan a uno, lo mismo. Ese dicho de “para criar a un niño hace falta una tribu entera” es muy patente aqui. Y eso me gusta.
Pero se que no todo el mundo tiene esa suerte, no es lo normal, por eso es tan importante que como padres, no quitemos ojo de los niños, detectar y evitar es mejor que lamentar.
Hola Sra Jumbo!!
Es una suerte que vivas en un lugar donde hay conciencia social para educar a los niños. Hay muchas veces, en las que los padres no estamos presentes, y el hecho de saber que si ocurre algo que no es correcto, habrá un adulto responsable cerca que pueda reconducir es estupendo. Es una de las mejores formas de prevenir el acoso escolar y muchas otras conductas poco saludables. Un abrazo!!