Oh cariño, te ruego que me perdones. Hoy corrompí mi alma. ¿Podrás perdonarme algún día? ¿Podrás entender que me fui de tu lado por dinero? ¿Podrás entender que lloré, que lloré sin parar desde que te dejé hasta que llegué? Lloré con lágrimas desde que salí de casa hasta que llegué al trabajo. Y allí, lloré por dentro, lloré como pude porque las tuve que esconder.
Y lloré de emoción al verte de nuevo, al tocarte, al sentirte. Y lloré también al pensar qué clase de personas aprueban leyes que no respetan el primer año de vida en el bienestar emocional del bebé, un año en el que cada niño y niña necesita estar con su madre para crecer sano, feliz y en equilibrio.
Y te abracé tanto como pude, esperando que mi abrazo te dure para siempre y que cada madre y cada padre entienda que es necesario que nos unamos, que pidamos y que exijamos un año junto a nuestros hijos. Un año… para toda la vida.
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Por una maternidad acorde a las necesidades emocionales de nuestros hijos, porque el vínculo emocional que se desarrolla durante su primer año, es la base para el resto de relaciones que se darán a lo largo de toda la vida, y cuenta tanto, que no sólo condiciona el desarrollo cognitivo del niño, si no que compromete su inteligencia emocional.
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