Cielo, te vas haciendo mayor. Y yo quiero enseñarte a ser persona, quiero enseñarte bien, quiero enseñarte felicidad. Quiero que entiendas, que lo personal va antes que lo material, que lo importante eres tú, soy yo, somos nosotros, y que las cosas, pueden hacer falta, o no, pero nunca te podrán dar la felicidad. Eso… lo tienes que encontrar dentro de ti, y yo te enseñaré cómo buscarlo.
Quizás hoy no lo entiendas, ni tampoco mañana, pero te esperaré. Te esperaré, y lo hablaremos en unos años, y aunque yo ya se la respuesta, tú aún no la sabes, y es bonito que la encuentres.
Cada día, me comprometo a regalarte mi tiempo, mi pensamiento, mi sonrisa, mi cariño, mi corazón, mi dulzura, mi paciencia, y mi admiración. Me comprometo a enseñarte, que se puede sonreír saltando piedras, que se puede sorprender viendo flores de colores, que se puede sentir la tranquilidad más absoluta cerrando los ojos y escuchando el sonido de los pájaros que cantan, del agua que corre y del viento que sopla.
Me comprometo a enseñarte que no siempre hace falta hablar para entender, que se puede ver, oler, tocar, escuchar y transmitir. Me comprometo a enseñarte que se puede correr en la arena, y disfrutar, y liberarte; que se puede trepar a un árbol y sentir que eres capaz de mucho más; que se puede bailar, cantar, dibujar, bromear, incluso llorar; y que se puede estar sólo sintiéndote acompañado, y estar acompañado, sintiéndote sólo, y cómo los recursos naturales, pueden ser tus recursos.
Me comprometo, a que enseñarte, lo que es tumbarte bajo la lluvia, a mostrarte que la felicidad se toca siendo niño, y a recordarte, todas las cosas que hemos ido haciendo juntos, porque haberte acompañado mientras descubres todas esas sensaciones… quizás hoy no te lo parezca, pero… es el mayor regalo que te puedo dar, que lleva mi nombre, y que te dará la capacidad de ser feliz por dentro… y por fuera.
Existe una cultura de consumo, que en ocasiones, puede llevarnos a regalar en exceso a nuestros hijos, dejando en un segundo plano la importancia de enseñarles a buscar la satisfacción y la alegría en su interior. Ofrecerles un pequeño obsequio material cada día, puede solapar la importancia del detalle personal, y este es uno de los errores más grandes que podemos tener en la crianza de nuestros hijos.
Un padre que llega de trabajar, después de haber estado horas fuera de casa, puede elegir llegar con una chocolatina, como estrategia compensatoria por no haber podido estar con él. Seguro que es con buena intención, sin embargo, esta chocolatina inocente, corre el riesgo de convertirse en un obstáculo de lo verdaderamente importante, que es el abrazo, la mirada, la sonrisa y los besos.
Es adecuado que utilicemos ciertos regalos de forma ocasional, pero si lo convertimos en una dinámica habitual y acostumbramos a nuestros hijos a que ir a la calle, implica volver con alguna novedad, corremos el riesgo de haber utilizado un distractor inadecuado que dificulte el aprendizaje de que lo material no da la felicidad, sino que la disimula.
Un niño que recibe accesorios por sistema, “porque sí”, tendrá que hacer un esfuerzo extra, para entender el valor de las cosas y lo que cuesta conseguirlas, y tenderá a pasar “de puntillas” por lo que en realidad le podría dar las herramientas para poder encontrar la felicidad en su interior.
Tienes que disfrutar de ese día que repentinamente se nubla y se pone a llover, tumbarte en el suelo con él y notar cómo caen las gotas en la cara, en la mano, en la ropa,…, y luego simplemente levantaros y mirar la marca de tu cuerpo junto al suyo en el suelo.
Tienes que disfrutar de ese momento en el que se le cae el bocadillo de las manos, y simplemente pararte con él, y observar cómo los pájaros se acercan a picotear. Tienes que aprovechar cada adversidad, porque de cada contratiempo nace una oportunidad de disfrutar, una ocasión única de tener momentos felices, porque muchos momentos felices, hacen vidas felices, y ese será el mejor regalo que le puedas dar.
No tienes más que pensar en tu infancia, seguro que no recuerdas momentos felices “salpicados” de regalos, quizás ni siquiera seas capaz de rememorar cuándo ni cómo recibiste esa bici, ese ordenador o ese patinete. Pero en este ejercicio de recuerdo… seguro que te vienen a la mente los instantes en los que hubo risas, complicidad, abrazos, amor… y en definitiva… felicidad.
Cuando sean adolescentes, incluso en su vida adulta, te gustará ver, que pudiste enseñar a tu hijo a disfrutar con cada pequeña cosa y que no le transmitiste la necesidad de utilizar la cartera para buscar la felicidad. Te gustará ver que ha entendido que la felicidad no se compra, sino que está en la actitud ante la vida. Te gustará ver que no buscan qué comprar, sino que buscan disfrutar de los momentos, de esos momentos donde está la felicidad, la que no se compra, la que queda marcada para siempre en nuestra mente y en nuestra personalidad.
Si eres un padre que no disfruta con todas esas cosas, es un buen momento de intentarlo, porque no se puede dar a un hijo, lo que no se tiene.
La felicidad está en uno mismo.
¿Le enseñas a buscarla?
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4 comentarios
Hola. Genial entrada la he compartido en whatsaap en todos los grupos y en facebook. La verdad verdadero s que mis recuerdos de la infancia están relacionados com momentos bueno. No m acuerdo de los regalos. Me encanta porque nos haces volver a abrir los ojos y mostrarnos lo evidente pero que se nos escapa por el día a día
Hola Maria!!
Muchísimas gracias por tus palabras!! Me alegro de que te guste y de que lo compartas, para que más personas, puedan hacer esa reflexión que comentas. Un abrazo!!