Ahora mismo, no concibo nada más doloroso que perder a un padre. Puede ser igual de doloroso que ocurra con una madre o con otro familiar cercano, pero hoy lo veo así. Porque a veces las emociones nos tocan hondo, y otras veces, nos llega tanto el sufrimiento de un primo que acaba de ver morir a su padre, que su dolor y su sufrimiento conecta con el nuestro. Y lo sentimos. Y sufrimos con él. Y le abrazamos, sin querer soltarle, para que sepa que aunque las cosas van a ser diferentes, estamos ahí.
Pero con este dolor tan grande en nuestro corazón, volvemos a casa y tenemos a nuestros “retoños”, tan inocentes, tan merecedores de buenos momentos y de permanecer ajenos al dolor, que ante su pregunta: “¿Mamá, has llorado?”, tendemos a decirles muchas cosas, pero no siempre la verdad. Porque… ¿cómo hablar de la muerte de un ser querido a un hijo?, ¿cómo decirle que se ha muerto su abuelo sin provocarle angustia?, y sobre todo…, ¿cómo se lo cuento sin caerme, sin derrumbarme cuando estoy tan rota por dentro?
¿Cómo decírselo?
Cuando hay una muerte en la familia, y especialmente cuando es un caso cercano, el disgusto familiar se palpa en el ambiente. El padre, la madre…los silencios, la ausencia de bromas, sonrisas forzadas o incluso alguna lágrima son cosas que no pasan desapercibidas a ojos de nuestros hijos, que además de intuitivos, tienen una habilidad especial para “leer” a sus padres y captar sus emociones.
El hecho de que nos pregunten y les contestemos que no sucede nada serio, que simplemente nos ha entrado un mosquito en el ojo, o que lloramos porque nos hemos dado un golpe van más allá de no hacer honor a la verdad. Si intentamos protegerles omitiendo la verdad, estos percibirán que nuestra respuesta de estar varios días “mustios” no es proporcional a un “ataque” de mosquito en el ojo, por lo que, empezarán a dudar de la proporción o reacción de sus propias respuestas, y lo que es más grave, de nosotros.
La realidad es que los niños tienen la capacidad de entender muchas cosas con naturalidad, porque tienden a simplificarlas y porque, en su óptica infantil y de auto protección, no son conscientes, en primera instancia, de lo que implica a largo plazo, como nos ocurre a los adultos. Además de esto, los niños están en contacto con la muerte a través de los cuentos, y es frecuente que alguno de los personajes muera. Esto facilitará que a un niño se le pueda hablar con sinceridad y con frases cortas, no muy elaboradas para que las pueda procesar. Un ejemplo de ello sería: “El abuelo se ha muerto, ahora ya no puede respirar, hablar, comer y correr. Estamos tristes porque no le vamos a ver más, pero poco a poco nos sentiremos mejor. Seguro que a él le gustaría que estuviésemos contentos, porque le gustaba vernos sonreír”.
Es importante responder a las preguntas que nos vayan planteando sin ser huidizos, darles una respuesta lo más clasificadora posible y adaptada a su edad. En caso de que tengan la duda de dónde están porque necesitan ubicar físicamente a las personas que ya no están con nosotros, se les debe explicar que están enterrados o que se han esparcido sus cenizas.
No es conveniente decirles que están durmiendo, descansando en el cielo o cuestiones similares porque pueden asociar el sueño con la muerte e interferir en su descanso nocturno, cosa poco recomendable. Tampoco es adecuado decirles que han fallecido por ponerse enfermos, pues puede generarles temor si contraen un catarro. Si se ha tratado de una enfermedad larga en el tiempo, y el niño ha estado expuesto a ello, conviene explicarle que hay varios tipos de enfermedades, y que el contraer una enfermedad vírica, no va a implicar la muerte.
La despedida
Se le puede dar la opción de ir a visitarle, pero nunca forzarle a hacerlo. Las personas convalecientes por una larga enfermedad a veces presentan un aspecto que les puede llegar a intimidar. También es bueno ofrecer la posibilidad de despedirse y de acompañar, bien sea en vida, o una vez que la persona ha fallecido. En este caso, pueden hacerlo acudiendo al funeral, al entierro, realizando algún dibujo que puedan entregarle de forma simbólica o incluso ayudando para enviar flores al tanatorio.
El hecho de que entiendan las emociones que sienten sus padres ante una perdida, les hará vivirla con naturalidad y como parte del proceso humano. Así mismo, comprenderán que sus padres son capaces de superar estos momentos de dolor y será una muestra de que también ellos pueden superar las dificultades. Debemos procurar ayudarles a exteriorizar sus propias emociones; cómo se sienten ante la pérdida, bien sea a través del diálogo o del juego, depende de la edad.
Darles seguridad
Algo que no debe de faltar si decidimos abordar con ellos este tema, es el proporcionarles la seguridad de que van a estar cuidados siempre y de que vamos a estar junto a ellos. Al tratar este tema, los niños pueden sentir miedo ante la posible pérdida de sus padres. Si nos preguntan sobre esto, siempre es correcto explicarles que generalmente la muerte llega cuando se ha vivido muchos años y que cuando tenga lugar, nunca van a estar sólos, que siempre va a haber una parte de la familia extensa con ellos: tíos, primos, abuelos…, por lo que nunca van a estar sólos. Esto es algo que no debemos olvidar transmitir pues les hará sentirse seguros junto a su familia.
Ten en cuenta que…
Hablar con los niños de la muerte, requiere una planificación en la que se deben tener en cuenta 7 aspectos:
1/ El tono que utilizamos debe ser pausado, respetuoso y tranquilo. No se puede dar una noticia así al ritmo de bachata. Es cuestión de sentido común y de mostrar delicadeza hacia el dolor que se siente cuando alguien que quieres… “estaba pero ya no está”.
2/ El lenguaje que utilizamos a la hora de explicar es importante. Si le hablamos de un funeral a un niño de dos años, probablemente no sepa lo que es. Un niño de dos años necesita que se adapten las palabras para que lo pueda entender con más claridad. Se le puede decir por ejemplo que nos vamos a reunir para despedir a una persona que ha muerto. Se trata de tener en cuenta la madurez del niño y su capacidad de entender y razonar a la hora de hablar con él.
3/ Se debe cuidar la información que se les da. Un niño de cuatro años por ejemplo, no necesita información exhaustiva de cómo es el proceso de incineración. Hay que pensar que si tienen dudas, ya irán preguntando.
4/ Es imprescindible darles tiempo a la hora de hablar con ellos del tema, para que tengan la capacidad de preguntar. Si les hacemos el comentario dos minutos antes de entrar en clase, si tienen dudas no van a poder plantearlas.
5/ Conviene elegir un espacio que favorezca la intimidad y que permita cuidar a la hora de dar la noticia y de hablar de ello. Utilizar la parada del autobús o la cola del supermercado no favorece la calma ni el estar receptivo a la noticia.
6/ No descuides la forma. Elige mantener contacto visual, elige poder abrazarle y elige poder mirarle para darle lo que necesita.
7/ Busca el momento idóneo, busca la oportunidad que permita transmitir el mensaje con delicadeza para asegurarnos que el niño lo entiende bien y lo procesa adecuadamente.
Si un niño pregunta sobre la muerte, dile la verdad, no le cuentes el “cuento” a medias
Con todo mi cariño, para aquellas personas que han perdido a alguien.
8 comentarios
Muy bueno su artículo, disculpe por accidente borre el correo que me envió, quiero estar en contacto con usted.
Hola!!
Cualquier duda sobre algún tema, puedes ponerla tranquilamente en los comentarios. De todos modos, el email de contacto es: [email protected]
Un saludo y muchas gracias!!
Me interesaría un artículo sobre cómo solucionar conflictos entre los padres cuando hay distintos puntos de vista o acciones concretas con las que no se está de acuerdo
Hola Mamita!!
Tengo en cuenta tu petición, pues es un tema que afecta a muchas personas. Mientras tanto, te animo a leer /de-la-pareja-al-trio/
Un saludo!!
Muy bueno, es una de las grandes dudas que tenía 🙂
¡Muchas gracias!