Me quede mirándote mientras dormías. Me quedé esperando, disfrutando de ti y contemplando cómo despertabas. Y me encontré con una sonrisa dibujada en mi cara. Me descubrí llena de ternura, llena de amor. Un amor tan grande que me decía que eres la criatura más bonita que hay en toda la Tierra.
Y te besé, te acaricie, te abracé, te sonreí. Y todo me parecía poco para expresarte todo lo que siento por ti, todo lo que te quiero.
Y no me quería levantar, quería disfrutar del momento para siempre, de lo bien que me sentía en ese abrazo mañanero y en ese recogerte con mi cuerpo, con mi alma y con mi mente. Con todo mi ser.
Y me sonreiste. Y sentí tanta ternura que pensé que no hay nada más bonito en el mundo que poder disfrutar de ti, de tu compañía. No se si me cambiaste tu, o si cambie yo contigo. Pero ya nada es como antes de conocerte, ni quiero que lo sea. Creía vivir en la luz, pero la luz eres tu, y necesité conocerte para entenderlo, para entusiasmarme, para contagiarme de ti.
¿Por qué es importante educar con ternura?
El modo en que entendemos y gestionamos cada emoción, no sólo cuenta, sino que importa y condiciona los rasgos de la personalidad de los niños. Por eso es importante enseñarles a identificar las emociones -propias y ajenas-, y a gestionarlas de forma adecuada.
Es más sencillo educar que reeducar, y la ternura es fácil de enseñar a nuestros hijos, ya que, se desarrolla fundamentalmente cuando nos encontramos ante algo o alguien a quien sentimos indefenso, vulnerable, incapaz de hacernos daño y nos inspira compasión y afecto al mismo tiempo.
¿Qué puede ocurrir si un niño no conoce la ternura?
– Que tenga más dificultades en empatizar con los demás.
– Que no pueda entender con claridad las emociones ajenas.
– Que deba hacer un esfuerzo extra si se quiere mejorar sus competencias emocionales.
– Que no pueda disfrutar de unas relaciones sociales sólidas y positivas.
– Que esté predispuesto a responder con agresividad.
– Que tenga dificultades para sentir amor “en grande”.
– Que no trate con respeto ni compasión a quien considera más vulnerable que él.
– Que pueda dañar.
¿Cómo sé si mi hijo conoce la ternura?
Un niño que ve un gato recién nacido y le lanza una piedra, no identifica ni gestiona de forma correcta la ternura. En cambio un niño que ve un pájaro que se ha caído del nido y siente ganas de recogerle, seguro que ha sentido ternura, aunque aún no sepa poner nombre a lo que está sintiendo. Pero nosotros si sabemos, y debemos poner palabras que tendrán un valor incalculable para el bienestar emocional de nuestros hijos.
¿Cómo enseñar ternura?
Si conoces la ternura, y cuando tratas con tu hijo la tienes presente, es muy posible que se la estés transmitiendo en tu forma de mirarle, de hablarle y de sonreírle. Como padres, nuestra labor pasa por reconducir el aprendizaje de los niños para que el día de mañana sean personas sanas, alegres, felices y positivas que aporten, que sumen.
No se trata de sólo reñirle si está pegando a un perro, sino de que entienda la gravedad de lo sucedido y que lo repare para que conecte con la ternura y no huya de ella. Para que lo haga extensivo al resto de animales, de niños… y de sus hijos el día de mañana.
Es nuestra responsabilidad guiarles en el camino correcto. Para sentir y reconocer la ternura, servirán los cuentos, ver documentales de cachorros y de niños pequeños, hacer “trabajo de campo”, acariciar a quien creamos que puede acercarles a esta emoción y sobre todo, acompañarlos de comentarios que despierten en el niño un sentimiento de protección, de cercanía, de… ternura.
Puedes descargar y escuchar el Podcast de este artículo gratis aquí
3 comentarios
Muy buen post,como el anterior que leí 🙂 Tienes mucha razón.
¡¡Muchas gracias por valorarlo, un abrazo!!