¿Por qué los niños pregutan sin parar?… “¿y por qué?”


-¿De dónde viene el viento?

-De ahí

-¿De dónde?

-De ahí

-¿Y por qué viene el viento de ahí?

-Pues… porque viene de ahí, porque hoy viene de ese lado.

-¿De ese lado? ¿Y por qué?

-Pues porque sí. ¡Hala, vamos al columpio!

Esta puede ser una conversación habitual entre un niño de dos años, y uno de sus padres, o incluso de sus abuelos. En ocasiones, los niños tienden a repetir la misma pregunta varias veces, o a decir lo mismo variando el formato. Los adultos no siempre entendemos el trasfondo de las preguntas, y es frecuente que tendamos a contestar lo mismo, no satisfaciendo así la duda que se ha generado en el niño.

En el ejemplo puede verse de forma clara cuando el niño pregunta de dónde viene el viento, y el adulto le contesta dos veces seguidas “de ahí”. Como el niño no ha encontrado la respuesta que busca a su pregunta, la reformula de nuevo añadiendo “¿por qué”?, aunque el adulto sigue centrado en incluir “de ahí” en su argumento principal.

Entendiendo el mundo

Este tipo de situaciones tienden a darse a diario en niños que tienen aproximadamente entre dos y cinco años, que están descubriendo el mundo y queriendo aprender cada detalle que ven, interesarse por su entorno, por el modo en que funcionan las cosas y que les gusta explorar para conocer y entender.

Además, los niños han adquirido de forma reciente el lenguaje, y les suele interesar ir mejorándolo y “encontrar” palabras nuevas y entonaciones como los interrogantes, que les pueden hacer sonreír y les pueden motivar a querer seguir aprendiendo y descubriendo.

¿Por qué la curiosidad?

En ocasiones “perdemos” la paciencia cuando nos encontramos en un momento así, e incluso finalizamos la conversación con tono serio para zanjar la “oleada” de preguntas. No es raro escuchar a algún padre que termina riñendo a su hijo con un “¡bueno, ya vale, eres un curioso, vale de preguntas!”.

Si supiéramos que sin curiosidad no hay aprendizaje, y que si el “tsunami” de preguntas no cesa, es porque no estamos respondiendo de forma adecuada a las necesidades emocionales del niño, podríamos reducir el número de preguntas y satisfacer de manera rápida la duda que nos plantea, evitando así, el responderle de forma mejorable y bloqueando su instinto de aprendizaje ante una curiosidad innata de cara a un futuro próximo.

“Sin curiosidad no hay aprendizaje”

Reñirle por preguntar lo que para él es necesario, puede derivar en que deje de preguntar, porque sabe que es una conducta que se desaprueba, cuando en realidad, debiera ser motivo de alegría para nosotros el saber que nuestro hijo está deseando aprender y descubrir.

Las preguntas

Los niños nos preguntan a nosotros porque les importa nuestra opinión y porque confían en nuestro criterio. Requieren de nuestra interpretación de lo que sucede a su alrededor para sentirse seguros, y poder entender y asimilar lo que ocurre de forma correcta. La manera en la que respondamos y estemos receptivos a ayudar en su aprendizaje a través de las preguntas, y en la  resolucionar de sus dudas, condicionará la manera en la que el niño se sitúe en el mundo durante el resto de su vida. Esto es un motivo lo suficientemente serio como para no ignorar sus dudas, ni ridiculizarlas o darles menos importancia de la que tienen, ya que estaríamos educando a un niño más retraído, inseguro o con dificultades para preguntar, que podría repercutirle de forma negativa en su rendimiento escolar.

Pero claro a todos nos gusta decirle a nuestro hijo…”Si no comprendes lo que dice el profesor, pregunta las veces que haga falta hasta que lo entiendas”. Aunque antes de decir esto, conviene plantearse si le has enseñado a tu hijo a preguntar o no. Trasladando esto al pensamiento de un niño es…”Si mis padres, que son los que haga lo que haga van a estar para mi, se cansan de mis preguntas y no quieren que siga preguntando; un profesor, que tiene otros tantos niños como yo, y al que tengo que interrumpir la clase para plantear mi duda…ufff, mejor no pregunto”.

¿Cómo actuar?

Ante un niño que pregunta, debe haber un padre que responda adecuadamente si queremos cuidar el bienestar emocional de nuestro hijo. Si nos encontramos en un momento en que no vamos a poder solucionar sus dudas, es preferible decirle: “en cuanto termine de hacer la cena te contesto a las preguntas” que provocar en nuestro hijo el sentimiento de que molesta o de que no nos interesan sus dudas. Mantener una conversación y dejar un canal de comunicación abierto, es algo que debemos cuidar desde una edad temprana para que nuestro hijo aprenda a dialogar y a comunicarse con nosotros.

“Si un niño pregunta lo mismo una y otra vez es porque no lo ha entendido”

Cuando nuestro hijo nos pregunta lo mismo de forma consecutiva, siempre debemos variar la forma de responder reelaborando la frase. Y así sucesivamente hasta que hallemos una respuesta que ha satisfecho su necesidad de aprender lo que está preguntando, ya que si demanda lo mismo, significa que no ha entendido lo que queremos decirle, que nuestra explicación no es suficiente para resolver la curiosidad que tiene ante la temática que plantea o que precisa una reafirmación de lo que ha escuchado para procesarlo de forma correcta.

En el caso del viento, podría haberse resuelto de la siguiente forma:

-¿De dónde viene el viento?

-De ahí

-¿De dónde?

-De ese lado. ¿Ves los árboles que se mueven allí? (Señalar con el dedo)

-Sí

-Pues hoy sopla el viento de allí. Algunos días sopla de allí, y otros de otro sitio.

Con toda probabilidad, un niño se quedará satisfecho con una respuesta así, en la que le hemos dado más información pudiendo gestionarla como precise. Ayudar a solucionar las dudas que le suscitan curiosidad, es una buena forma de estimular su aprendizaje.

¿Y si no sé qué responder?

Otra de las cosas que podemos hacer si percibimos que es uno de esos momentos en que es un interrogatorio “estanco”, es intentar reconducir o reconvertir el cuestionario en una conversación. Para ello, sería suficiente con introducir una pregunta en nuestra respuesta como por ejemplo: “el viento viene de detrás de esos árboles. ¿Qué te parece, te gusta el viento?”.

“Ayudar a solucionar las dudas que le suscitan curiosidad, es una buena forma de estimular su aprendizaje”

Es evidente que con esa edad, no necesita una respuesta científica, pero podemos aprovechar la ocasión para mejorar su lenguaje y generar vocabulario nuevo como “aire, galerna, brisa, huracán…”. No pierdas la oportunidad de dialogar con tu hijo y de estimular su creatividad y su imaginación a través de la palabra. Será algo que le acompañará toda la vida.

 

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3 comentarios

  1. La verdad q la etapa de los porqués es algo que llama mucho mi curiosidad per de momento todavia no hemos llegado. Sí que he estado cerca de niños en esa etapa y es cierto q los adultos muchas veces perdemos la paciencia y no nos damos cuenta de lo importante q es nuestra opinion y la informacion q nosotros les demos para los niños. Siempre se nos olvida que todo lo q nosotros ya sabemos de como funciona el mundo ellos lo estan descubriendo! 🙂

    1. Hola!!
      Así es!! Saber los motivos de sus preguntas puede condicionar que nos situemos ante ellas con una sonrisa por lo que es importante que entendamos el trasfondo de sus dudas. Un abrazo y gracias por tu comentario!!

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