No me encuentro bien y he ido al médico con mi Mamá. Me duele la garganta y el pediatra ha dicho que tengo que tomar un sobre con agua. Un sobre con unos polvos asquerosos. Bueno, eso no me lo ha dicho. Me ha dicho que son bastante ricos pero yo no me los quiero tomar. Huelen mal y son como “gordos”. No me los voy a tomar.
¡Joo! ¡Viene mi madre con la pócima en la mano! ¡Qué asco! Pues dirá lo que quiera, pero no me la voy a tomar. Me da mucho asco. ¡Me voy a tapar la boca y ya está!
Que un niño no quiera tomar una medicación entra dentro de lo normal, de lo comprensible. Al fin y al cabo, las medicinas no tienen buen sabor. No saben bien. A veces con la convicción de que tienen que tomar un jarabe “ya” y el niño no quiere hacerlo, podemos caer en el error de administrarle una dosis “in extremis” utilizando la fuerza.
Recurrir a la fuerza siempre es un error. Siempre daña. Y daña tanto, que sólo se puede justificar en casos de riesgo vital en los que es imprescindible que la medicación sea administrada con rapidez y no hay tiempo de aplicar otras estrategias que permitan al niño entender por qué debe tomar medicinas. Y en esos casos, hay que reparar después.
Formas de ayudar a tu hijo para que entienda que tomar la medicación es importante
Prevención
1/ Prevenir como forma de anticipar. Si empoderamos el criterio médico y su palabra en cada cita, en cada cuento, en cada conversación, el mensaje que transmitimos al niño es: “el médico sabe curar”, “hay que hacerle caso al médico”. Esto permitirá que cuando necesite tomar medicación, puedas usar “su voz” y con decirle que lo ha recetado el pediatra, sea suficiente para que tu hijo tenga interiorizando que si lo ha dicho él, es porque es conveniente. Es una forma de darle herramientas para que no lo cuestione.
2/ Explicar el proceso de curación. Es bueno que los niños crezcan sabiendo cómo es una enfermedad bien sea vírica, infecciosa, o sea un simple traumatismo. Tienen capacidad para entender y asumirlo. Es conveniente explicar que las enfermedades hay que curarlas y que a veces el cuerpo se puede curar sólo, pero que en otros casos, la ayuda es necesaria y que para eso está el médico, que esa es su función. Ponle ejemplos para asegurarte de que lo entienda. Puedes transmitir el mismo mensaje con la relación entre un animal y el veterinario.
Es necesario que entiendan que la función del médico es ayudar a curar y valorar cuál es la mejor opción en su caso, así como las repercusiones de no atender lo que dice. Informar adecuadamente es la mejor manera de educarles en responsabilidad para que sean ellos mismos los que tomen la decisión de seguir el criterio médico.
Intervención
1/ Tener la certeza de que el niño debe tomar lo que ha pautado el pediatra. En caso de no ser así, un niño podría percibir esa “fisura” pudiendo ser un motivo suficiente para que dude y diga que no quiere tomar un jarabe. La convicción traspasa, se transmite. Si tú lo tienes claro, tu hijo también lo tendrá.
2/ Si no lo toma, muéstrate triste y disgustada pero no le riñas. Los niños necesitan la aprobación de sus padres. Dile que estás orgullosa de él y que sabes que lo tomará, y que cuando lo haga te sentirás mejor porque sabes que se curará. Dale su tiempo. Necesita entender, pensar, asimilar y valorar. Hará lo correcto. Lo tomará.
3/ Pedir al pediatra el formato que mejor se adapte a los gustos y necesidades de tu hijo. A veces el mismo producto, se comercializa en pastillas, en cápsulas, en sobres, en jarabe y también en jarabe concentrado, lo que hace que tenga que tomar menor cantidad del preparado.
4/ Tu hijo es listo, no le engañes. Darle una dosis de jarabe diciéndole que está rico cuando no es así, puede servir para que el niño tome una única dosis, pero también para sembrar desconfianza, perder credibilidad y para que las dificultades a la hora de tomar medicación se establezcan como norma.
La medicación tiene un sabor intenso. No camufles una dosis en la comida. El niño notará el sabor y cuando le presentes un plato en la mesa, comenzará a dudar. No conviertas una dificultad puntual en un problema.
5/ Dale elecciones, tiempo y estrategias. Cuéntale cómo es la medicación que debe tomar, explícale el número de dosis y de días que se mantendrá. Hazle un calendario si lo crees conveniente y háblale de cómo a medida que pasen los días se irá encontrando mejor, porque lo que ha pautado el médico es algo que le ayudará a recuperarse. Cuéntale tu experiencia, háblale de cuanto te ponías enferma de niña y cómo lo superabas. Invítale a hacerlo de la misma manera o de otra, pero sin dudas de que tomarlo es “la opción”.
Explícale que puede tomarlo de la forma que quiera, que puede elegir. Si es un jarabe por ejemplo, dale la opción de tomarlo sólo o con ayuda, entre utilizar jeringuilla o cuchara, o entre camuflarlo en algún alimento o tomarlo sólo. Se sincera. Dile que el sabor no es bueno pero que hay estrategias que ayudan, como chupar un hielo antes, utilizar una jeringuilla para evitar la parte central de la lengua o tener preparado un vaso de agua y algo dulce para el momento posterior a la ingesta.
6/ Ten en cuenta la edad del niño. Adapta y reajusta tus acciones y tus palabras a su nivel de comprensión y no olvides que aunque un niño no hable, entiende.
Evaluación
1/ Cuando tu hijo se haya recuperado, es positivo que le des una devolución a modo de refuerzo positivo por lo bien que ha respetado el criterio médico, así como por el esfuerzo que ha hecho por tomar una medicación que no le apetecía y no le gustaba.
Vacunas
1/ Si tienes que vacunarte o hacerte un análisis de sangre, busca un momento en que tu hijo pueda acompañarte. Le estarás ayudando a normalizar el proceso. Le estarás enseñando que tampoco a ti te gusta pero que la decisión médica se acata por el bien de la salud. Deja que se siente cerca, que pueda verlo. De ese modo, cuando sea su turno, entenderá que hoy le van a vacunar “como a Mamá” y vivirá el proceso con menos miedo.
2/ No anticipes en exceso. Decirle días antes que se le va a vacunar no ayuda. Puede crear ansiedad y temor en el niño. Es preferible comunicarle que se le va a vacunar en el momento en que os dirigís al ambulatorio. Reserva unos minutos para hablarle con franqueza. Se sincera. Puedes decirle que le va a doler pero que se pasa enseguida.
3/ Recuérdale la vez que te acompañó. Le ayudará a tranquilizarse. Dale seguridad diciendo que estarás con él en todo momento y asegurándole que el equipo médico trabaja bien. Dile que es importante no moverse para que la aguja le duela menos y dale la opción de que le ayudes a dejar el brazo muy quieto para que el pinchazo sea suave. No le agarres a la fuerza. Es un niño. Se merece mucho más. Es preferible tardar media hora y que el niño lo digiera como algo positivo y parte de su crecimiento y madurez, que tardar tres minutos utilizando técnicas agresivas.
tt template=”8″ link=”K0Bdq” via=”yes” ]Si tu hijo está enfermo, dale dosis de mimos extra. Las necesita.[/ctt]