“He empezado los trámites para separarme de mi pareja. Ha sido una decisión difícil, que me ha costado mucho tiempo tomar y a la vez que deseada, temida por cómo lo vivirán mis hijos y por cómo les afectará. ¿Hay una forma buena de hacerlo?”.
Romper con la pareja no es fácil, porque por muy esperada, o necesaria que sea la ruptura, o incluso si es impuesta, no deja de ser un cambio que requiere un periodo de adaptación para todas las partes. Cuando hay niños que también tienen que convivir con el proceso de separación, o incluso participar de forma indirecta, aún suele haber más dificultades y miedos que es preciso asumir tales como la sensación de pérdida.
No hay dos personas iguales, como tampoco hay dos procesos de separación que se puedan asemejar. Hay casos en los que los niños han estado expuestos a cierta agresividad parental derivada de las dificultades de convivencia, en cuyo caso, la toma de decisión puede llegar a ser saludable o incluso un alivio a medio y largo plazo para los hijos, porque se sobreentiende que cuando las cosas se estabilicen, su entorno será más estable y equilibrado.
También hay situaciones en las que el trato ha sido agradable y civilizado pero carente de sentimientos afectivos, dando como resultado una relación de amistad o de cordialidad, pudiendo prorrogarse en el tiempo la convivencia en el mismo domicilio, por lo que no será sencillo que nuestros hijos entiendan la decisión de separarse. Y hay casos en los que podemos añadir, que un miembro de la pareja ha iniciado una nueva relación sentimental, que precipita la separación, generando en la mayoría de los casos un dolor añadido tanto a la pareja como a los hijos.
Por tanto, es importante conocer el punto de partida para valorar el impacto emocional que puede tener en nuestros hijos el hecho de que las cosas vayan a cambiar. No es lo mismo haber convivido en un espacio caótico o incluso violento, y tener que romper con ello, que haber conocido un núcleo familiar sano que ahora va a romperse.
Sin embargo, son varios los aspectos que debemos valorar y no olvidar si estamos inmersos en un proceso de separación:
– No hay un momento bueno para la ruptura, pues los niños tienden a idealizar y desear un hogar viviendo felices con sus progenitores. Sin embargo, la edad de nuestros hijos influye, no solo a la hora de explicarles la ruptura y de entenderla, sino también a la hora de adaptarse a la nueva situación. Evidentemente, hay numerosos factores que pueden afectar al niño tales como su capacidad resiliente, su personalidad, el tipo de relación y comunicación que tiene con sus padres, si tiene hermanos o no, si se da un cambio de domicilio… A priori, cuanto más pequeño sea el niño, el impacto emocional será mayor, pues aún su desarrollo y la seguridad a la hora de situarse en el mundo, no están todo lo fuertes que podrían ni tienen los mismos recursos que tendrán más adelante.
– Debemos ser generosos y respetar en la medida de lo posible fechas importantes para los niños, a la hora de anunciar la separación, tales como vacaciones y cumpleaños. El hecho de dar la noticia un 20 de diciembre cuando aún hay días señalados en que hay comidas familiares así como el día de Reyes, puede no ser el momento más acertado para nuestros hijos, y si es posible retrasar unos días la evidencia, es conveniente hacerlo.
– Es preciso tener en cuenta que la madre es la principal figura de apego, por lo que se debe tener cuidado, especialmente cuando los niños son pequeños, a la hora de fijar los tiempos que podrán estar junto a ella.
– Estar en medio de una “guerra” de adultos condiciona el bienestar emocional de nuestros hijos por lo que es algo en lo que bajo ningún concepto debieran participar, ni siquiera como observadores o mensajeros, pues el “fuego cruzado” tiende a hacer heridas. Es preferible obviar los defectos de tu pareja en presencia de tus hijos, y no compartirlos con ellos, pues respetar a tu ex, es cuidar emocionalmente a tus hijos.
– Ver sufrir a sus padres, marcará el equilibrio emocional de nuestros hijos, ya que hay una gran diferencia en ver a sus padres tristes, que puede entenderse y elaborarse de forma adecuada para su inteligencia emocional, y ser testigos de la intencionalidad de dañar, en cuyo caso entrarán en un conflicto de lealtades hacia los dos miembros de la pareja, lo cual no aporta nada bueno.
– El hecho de darles la noticia cuando la pareja lo acaba de decidir, y no poder anticiparles cuándo se hará efectiva la separación ni de qué forma, es algo que tiende a desestabilizar a los niños por lo que es preferible hablar con ellos cuando las decisiones importantes estén tomadas y podamos darles respuestas, pues “dónde y con quién voy a vivir” preocupa a niños y mayores.
– No es agradable tener dos casas y hacer la maleta constantemente para poder ver a tus padres. Sin embargo, es una realidad con la que muchos niños conviven, bien sea por cuestión de economía, de comodidad paterna o de que no se han planteado otra opción. Lo ideal, es que éstos puedan seguir en la misma casa que vivían, porque ya es duro aceptar una ruptura parental como para unirlo “en pack” al cambio de casa.
– Estar atentos a cualquier mínimo indicador que nos haga sospechar que nuestros hijos están teniendo dificultades o malestar con la separación, tales como peleas entre iguales, respuestas fuera de tono, escasez de ganas de jugar, cambio de hábitos, sentimientos de tristeza, cambio en el rendimiento escolar, poca comunicación… y recurrir a un profesional en caso de tener dudas sobre el bienestar emocional de nuestros hijos.
– Informar al colegio de la situación que el niño está viviendo en casa para que también desde el centro escolar, puedan recogerle y hacer de soporte en caso de que detecten que el niño necesita ayuda.
– Si una vez separados, logramos tener una relación cordial entre adultos, podemos ayudar a nuestros hijos generando espacios comunes en los que ambos progenitores podamos estar presentes junto a nuestros hijos, normalizando así la situación, y aprovechando estas ocasiones para transmitirles que siguen siendo lo más importante para nosotros y que siempre lo serán.
¿Y tú? ¿Cómo lo llevas? ¿Nos lo cuentas?
5 comentarios
Hola!!!! Qué buenos consejos. Lo malo es que muchísimas parejas no solo no siguen unas pautas así sino que usan a los niños como monedas de cambio. Conozco muchos casos y es sangrante ver a esos niños que han ido creciendo rodeados de tiranteces, presiones, chantajes emocionales…
Y luego hay casos y casos. Un familiar lejano con el que tengo mucha relación lleva muchos años separado, pero desde el principio él quiso la custodia de su hija y la niña también quería ir con el padre, en este caso el apego es con él y además es muy muy buen padre mientras que la madre es distinta, se le vino grande la maternidad(según ella) y prefería salir a divertirse que estar en el parque con la niña. Pues hasta los 16 años este hombre no logró la custodia y esa niña fue la criatura más triste que recuerdo, siempre en medio de discusiones, tiranteces porque la madre no quería cuidarla pero no permitía que se fuera con el padre…terrible. Un besito y un artículo muy interesante e importante para muchas familias.
Hola Marigem!!
Desgraciadamente, hay muchas historias como la que relatas que se repiten demasiado. Hay infinidad de casos y cada uno de ellos con unas características diferentes. Lo que debieran de tener en común todos ellos, es el priorizar en el bienestar de los niños sobre el resto de cosas. Gracias por tu comentario, un saludo!!
Pufff, como hija de padres separados es una tema que me toca el corazoncillo (y mira que ha pasado tiempo). Los consejos que das son estupendos y, sin duda, resaltan la importancia del cuidado de los hijos en esa situación tan difícil en la que muchos padres pierden la noción de lo verdaderamente importante por el dolor que pasan. Un saludo!!
Hola!!
Muchísimas gracias por pasarte por aquí y compartir tus vivencias. Es importante y necesario situarse desde la perspectiva de nuestros hijos para que sufran lo mínimo posible. Un abrazo