¿Por qué no te obedece? Vamos a visualizar un parque con un tobogán apetecible. Con un tobogán de los grandes, de los que los padres llamaríamos “peligroso” y algunos diseñadores calificarían de “estructura innovadora”.
Situamos a la familia “Educa” en ese parque. Concretamente a los padres en posición “coche teledirigido” o lo que viene a ser en “modo banco”, que es similar. Las dos niñas ven el tobogán y empiezan a correr hacia él. La mayor, hace uso de las instalaciones sin restricciones. La hija menor, según se acerca al tobogán escucha: “Tú no puedes subir”.
La niña piensa: “claro que puedo” porque más que como una orden, interpreta el mensaje como un desafío. Así que se dispone a subir cuando vuelve a escuchar un sonido que viene del banco y dice: “¡No subas!”. La niña, retrocede un instante, pero ve a su hermana disfrutando tanto que decide ignorar la “orden” y seguir trepando. En ese momento, y también desde el banco escucha: “¡Si subes nos vamos a casa!”.
No seas tú quien le ponga barreras emocionales
La niña decide bajar. Goza la bajada una, dos y tres veces. Sus padres, tras el “periodo de reflexión” o de “unificación de criterio”, se levantan del banco y le “invitan” a acompañarles a la posición “sentado”. Tras un rato escuchando los lloros de su hija menor y sus intentos por levantarse, la familia “Educa” abandona el parque.
¿Qué ha ocurrido?
Los niños necesitan entender las decisiones de sus padres para poder compartirlas, o incluso debatirlas. Necesitan saber que las cosas no se deciden por capricho, si no que tienen un por qué diferente al “porque lo digo yo que soy tu padre”. Explicar, justificar y razonar es el modo de que entiendan, interioricen y respeten nuestro criterio con bienestar emocional. Pero también es una forma de enseñarles a tomar decisiones con responsabilidad.
¿Cómo se podría mejorar?
1/ Explicándo nuestra impresión
Si queremos cuidar el bienestar emocional de la niña y no poner barreras a su autoestima para que sea grande, es preferible sustituir el “Tu no puedes subir”. Sería más acertado decirle: “Sé que puedes subir, pero por favor no subas porque creo que es peligroso”.
2/ Evitando el autoritarismo
Cuando se utiliza un “por favor” y un tono de respeto, de cordialidad y de preocupación ante un posible peligro, es más sencillo que el niño capte la magnitud de la situación. Si añadimos el contacto físico y la cercanía, la probabilidad de éxito es aún mayor.
Si además le damos argumentos de lo que sucede, es más fácil que pueda expresarnos su opinión, dejándonos un margen de maniobra para reconducir la situación en caso de ser necesario. Es una de las formas de no tener que recurrir a estrategias autoritarias y de imposición como: “¡No subas!”.
3/ Siendo consecuente
Si realmente sientes una preocupación por la integridad física de tu hijo, y este es el motivo de que le hayas aconsejado que no suba pero aun así decide hacer caso omiso de tus indicaciones, no te bloquees. Reelaborar tu “plan”.
Gestiona tus emociones de modo que el orgullo, la rabia y la impotencia por ver que tu hijo está haciendo lo que no compartes, no te aconsejen quedarte en el banco sin protegerle de una posible caída.
4/ Dejando abierta la negociación
Es posible que tu hijo sienta que es capaz de subir al tobogán, que sepa discernir sus límites y valorar hasta dónde llega su equilibrio y su habilidad. Si consideras que sin peligro inminente, puedes ayudarle, acompañarle y protegerle en su decisión, estando cerca para que él mismo entienda y conozca sus límites, déjale equivocarse.
5/ Sin amenazas
No conviene decir algo que no vayamos a cumplir. Debemos pensar muy bien lo que decimos antes de hablar desde el impulso de la emoción. Si decimos “Si subes nos vamos a casa”, tiene que ser porque lo vamos a cumplir. De otro modo, confundimos al niño y ante una orden con chantaje, castigo o posible consecuencia, le hacemos dudar de si quedará en amenaza o no; le hacemos dudar de nuestra palabra.
6/ Poniendo consecuencias congruentes y no castigos
Si tu decisión es firme, explícale que es el punto en el que se ha tensado la cuerda. Que sabes que no va a tirar más para intentar romperla y que sabes que va a cumplir lo que le pides porque es responsable, porque confías en él y sabes que hará lo correcto.
Dale seguridad con tu mirada, con tu cercanía. Dale ganas de hacerte caso y no de retarte. Se humilde. Hazle saber que crees en el poder de la palabra y en la confianza, que es la filosofía que utilizáis en casa y no los castigos y que es el mejor modo de entenderos. Aunque no siempre estéis de acuerdo.
Si ves que no es suficiente para que te escuche o para que razone, se proporcional y congruente con la consecuencia. En la medida de lo posible, tómala en consenso con él para que se implique, se vincule y aprenda la importancia de respetar… ahora y siempre.
7 comentarios
Muy buen post, comparto todo lo que expones aunque, desgraciadamente, no siempre es fácil y no siempre consigo hacerlo, aunque se intenta, creo que es el camino correcto. Un beso!
¡Hola!
Cuando tenemos claro cuál es el camino más correcto, es más sencillo volver a él si nos “desviamos”. Un abrazo y gracias por la visita!!
me ha encantado la frase: No ayudes a que ir a casa sea algo negativo para él. Tu eres casa!”
Voto dado para ti y tu blog que lo valéis mucho!! 🙂
Hola Ainara!!
Gracias por tus palabras y por tu voto. Me alegro de que te haya gustado la frase, un abrazo!!
Me encanta la frase final. Además, me parece muy buen artículo sobre cómo gestionar un conflicto de una forma respetuosa y protegiendo la autoestima del niño. Lo comparto!
¡Hola Leila!
Gracias por valorarlo y compartirlo, ¡un abrazo!