Y llega uno de esos días en que tenemos que ir de compras, de las que apetecen. De esas en las que queremos dar una sorpresa a alguien o comprar algo interesante que requiere hablar un rato con la dependienta para que nos asesore con fundamento.
Pero claro, vamos con nuestra hija o nuestro hijo, al que previamente hemos avisado de que vamos a entrar a una tienda y que hay que estar formal mientras hacemos la gestión. Y a pesar de que ha asentido con la cabeza y de que estamos seguros de que ha entendido nuestro: “vamos a entrar a esta tienda… hay que portarse bien… no hay que tocar las cosas”, llega un momento en que la temporalidad del adulto no se corresponde con la del niño.
Es decir, mientras el padre o la madre están preguntando sobre medidas, tallas, precio, uso, colocación, etc, se da la circunstancia de que el niño está inmerso en un ambiente nuevo de estímulos, donde colores, música y objetos predisponen a que quiera preguntar, tocar y jugar. Tres cosas muy interesantes si se ve desde la óptica del niño. Y estas tres mismas cosas, pueden verse como un importunio en ojos del adulto si son justo cuando se necesita silencio, quietud…es decir, no llamar la atención.
Así que el niño empieza a tocar los productos que están a la venta, a entretenerse, a jugar y en definitiva, a demandar la atención que no está recibiendo. Porque todo esto le parece innecesario o por lo menos no a esos niveles tan “protocolarios”. Y mientras tanto, el padre o la madre respira intentando que la situación se resuelva por si sóla.
Pero estas cosas no siempre suceden por lo que puede ocurrir que el niño vaya “in crecento”, que la dependienta empiece a pensar que le va a tocar limpiar los cristales donde el niño ha puesto sus dedos, boca y nariz, ordenar esos productos… En definitiva, que la situación se pone tensa.
Y llega ese momento estelar en que el padre o la madre dice aquello de: “¡te va a reñir la señora!”, refiriéndose a la dependienta. Esta estrategia, normalmente suele funcionar, pues al fin y al cabo, se llama la atención al niño y se le pone un límite.
Probablemente la dependienta estará pensando que por qué tiene que ser ella la “mala de la película”, encargarse de llamar al orden a un niño que no es suyo y hacer funciones que no le corresponden. Pero lo que es más importante: los padres no debemos delegar la educación de nuestros hijos en terceras personas, y mucho menos darles a entender que nosotros no tendríamos inconveniente en que revolviese los artículos de la tienda si no estuviese la dependienta.
Son los padres quienes deben poner los límites a sus hijos e hijas y no decirles que va a ser una persona, que además es una desconocida, quien quizás lo haga. Estas cosas no deben dejarse “en el aire” ni en el “quizás” te riñe, pues se estará fomentando que la conducta del niño se repita en otra ocasión. En definitiva, que esta es una de las cosas que como padre preocupado por el bienestar emocional de nuestro hijo, no debemos hacer.
Cada límite necesita una explicación de los padres para que el niño la entienda y la pueda interiorizar. Conocemos a nuestros hijos por lo que será sencillo saber cuándo intervenir antes de que la situación se descontrole y se genere una tensión innecesaria. Este es el instante en que debemos decirle a la dependienta que espere unos minutos y dedicárselos al niño para explicarle que hay que mostrar respeto escuchando a las personas cuando hablan, hacerle participe de la compra e incluso preguntarle su opinión, como por ejemplo: “¿te gusta la camisa de este color?, ¿cuál crees que es mejor de las dos?, ¿crees que le gustará a tu primo?”.
De esta forma, se le estará dando protagonismo al niño y sentirá que su opinión es importante y que se le tiene en cuenta. Esta es una manera sutil de ponerle límites y de enseñarle cuál es el comportamiento correcto en un comercio.
Este tipo de estrategias funcionan, sobre todo cuando no se aplican de forma aislada. Es además, una buena forma de dar un ejemplo de responsabilidad parental y una oportunidad de educar en valores y de demostrar de forma implícita a nuestro hijo que él es más importante que la compra que estamos realizando.
5 comentarios
Muy cierto! Y cuando te refieres a dependienta, yo añadiría a cualquier figura exterior: el ‘te va a llevar el butanero’, ‘va a venir el policia y te va a coger’, ‘el autobusero te va a reñir’… Son frases espantosas!
También utilizamos demasiado los términos “portarse bien”, algo que es demasiado amplio e inespecíficoabarcando tantas cosas y diferentes según la situación, que ayudaríamos muchísimo a nuestros niños dándoles pautas mucho mas concretas.
Un saludo!
Totalmente de acuerdo contigo. Tienes mucha razón. Hay cosas que no se debe decir a los niños y a las niñas y que iremos tratando en los post. Muchísimas gracias por tu comentario. Un saludo
A mi las tiendas me tensan mucho,hasta el punto de separarnos la pareja para ir solos a las compras, voy a probar con ese consejo
Entiendo lo que dices, pues es uno de esos momentos delicados. Pero repitiendo varias veces la “nueva dinámica” en las compras facilitará que las podáis hacer en familia. Un saludo
Un post genial! Lo de preguntarle lo utilizo sólo cuando le compro algo a él (que muchas veces no me hace caso) pero cuando tengo que comprar un regalo… no se me había ocurrido, lo pondré en práctica!
Y lo de te va a reñir la señora… Sin comentarios 🙁