Hoy he tenido la sensación de que mi hijo se ha reído de mi. Yo le reñía y él… sonreía. Me ha dado una rabia tan grande que ni yo misma sé cómo he logrado contenerme. ¿Hay alguna estrategia para una situación así?
¿Por qué lo hace?
Mientras los niños aún están en la “primera infancia”, es relativamente sencillo ponerles límites y decirles las cosas con suavidad. De hecho, hay veces que con decirlo, no es necesario más. Pero a medida que los niños crecen, empiezan a tener una mayor autonomía e independencia emocional que les da la capacidad de opinar, de valorar y de cuestionar.
Si tu hijo se atreve a llevarte la contraria, estate tranquila. Es un indicador de que tu hijo se siente seguro. Quizás no es lo más sencillo para la crianza, porque educar a un niño sumiso parece que da “menos” problemas. Pero lo cierto es que un niño sumiso lleva los problemas “por dentro”. Y para poder ayudar bien a un niño, cuanto antes se pueda detectar el problema, antes se podrá ayudar como necesita.
¿Cómo actuar?
Normalmente el grito es el último recurso que utiliza un padre cuando no sabe qué más hacer para que su hijo le obedezca. Si te encuentras riñendo a tu hijo con gritos, es porque hay estrategias previas que no están cumpliendo su función. Llamadas de atención, lenguaje no verbal, pactos …
Un padre que siente que su hijo se ríe “en su cara”, es un padre que se activa. Al menos cuando la risa tiene lugar en un momento poco oportuno. Se puede entender y asumir que un niño se ría mientras te ve bailar, pero no se suele tolerar bien que se ría mientras se le está llamando la atención. Hay que diferenciar los momentos.
La prevención, el mejor camino
Si observas que tu forma de “activarte” tiene como resultado una activación en tu hijo, prueba a “desactivarte”. Dos personas que se encuentran discutiendo, y que no son capaces de llegar a un entendimiento porque se han situado en un “papel activo”, corren el riesgo de iniciar una escalada de poder con resolución dificultosa.
El adulto eres tú. No esperes que tu hijo cambie si no le muestras cómo
Las discusiones no son agradables para nadie. Ni para tu hijo ni para ti. Cuando estéis en un momento de tranquilidad y de calma, podéis aprovechar para hablar sobre ello. Una buena forma de intentar conseguir mejoras, es poner en papel una serie de compromisos y normas que sean consensuadas y a ambas partes os parezcan bien. Desde la calma se piensa y se decide mejor.
Háblale de ejercer una autoridad más calmada que os haga el día a día más agradable y llevadero. Háblale del compromiso de todos para que pueda ser así, para que de gusto estar en casa, para que la relación sea buena. Para que podáis ser felices. Explícale que cuando alguien te riñe por algo que te parece justo, es bueno aceptar la “reprimenda” y asumir las consecuencias pero cuéntale cúal es el modo correcto de proceder en caso de que no sea así.
Asegúrate que entienda que si siente que se le riñe por algo injusto, es necesario que lo diga, que lo exprese, pero que el modo de hacerlo importa. Se debe hacer con respeto, manteniendo la calma y sin recriminar. Argumentando y exponiendo.
Cuéntale lo que no se debe hacer en una discusión: apartar la vista o cantar cuando te hablan, reírte cuando te llaman la atención, interrumpir… Negocia un cambio en “pack” -si tú te comprometes a… yo me comprometo a…-. Algunas propuestas podrían ser no gritarte, decir las cosas con suavidad y respeto, escucharte…
En resumen
Explica que vivir en paz implica respetar. Enséña lo que no se debe hacer en una discusión. Le estarás dando herramientas para la vida. Le estarás dando formas alternativas de hacer las cosas. Formas que no dañan. Formas que cuidan.
2 comentarios
Muy acertada Izaskun. Los problemas se atienden en los momentos de crisis, pero se prevén y se resuelven en los momentos de calma. Es importante que los profesionales traslademos al público que la disciplia se trabaja desde la conexión y la calma. Impecable. Gracias.
Muchísimas gracias Indarzen por vuestra palabras, siempre sumando y aportando. Se agradece. ¡Un abrazo!