En muchas ocasiones, podemos observar una situación en la que un niño de aproximadamente un año y medio, que ya ha empezado a caminar, se dirige en el parque hacia otro niño que se encuentra jugando. Es una edad en la que aún no suele estar bien adquirido el lenguaje, por lo que la comunicación no verbal, adquiere gran importancia.
Algo que puede ocurrir, es que este niño vea al otro niño como amenaza simplemente porque está utilizando el juguete que él desea. A menudo se da el caso de que reaccione empujando o pegando al otro para hacerle ver que él lo quiere. No con la intencionalidad de agredir al otro niño, pues a esta edad aún no está presente ese pensamiento tan elaborado, sino con la idea de utilizarlo él.
Esta actitud del niño puede hacerse extensiva, llegando incluso a hacerlo con los padres o algún hermano. Y la reacción más frecuente que se suele observar es la de reñir al niño diciéndole “no pegues” o “no hay que pegar”. Hay quienes incluso les dan un pequeño golpe en la mano para hacerles ver que esa actitud no es correcta. Es cierto que hay niños que tienden a pegar, y otros que suelen recibir. Y en realidad, ninguna de las dos cosas nos hacen gracia como padres, pero si pegan, nos sentimos responsables de corregir esa conducta.
La verdad es que nadie, ni siquiera el adulto, debe de dar ningún golpe al niño. No es algo ni recomendable ni aceptable, pues junto con la envergadura, y fuerza física del adulto, se le está transmitiendo al niño mensajes negativos como; “tú no puedes pegar pero yo sí”, “yo puedo pegar porque soy un adulto”, “yo pego a los más pequeños porque soy mayor o más fuerte”, y lo que es peor, “tu recibes porque eres más pequeño, el débil y ante alguien que tiene más fuerza que tú, tienes que plegarte”.
A esta edad el niño aún no tiene la idea de pegar de forma consciente, sino más bien de indicar un “me estás molestando”, por lo que, no es conveniente verbalizar el “no pegues”, ya que, estaremos contribuyendo a fijar una conducta no deseada. Es mucho más interesante reparar la acción utilizando distractores como por ejemplo: “¿querías jugar con el niño?”, “¿querías hacerle cosquillas?” o “¿querías hacerle mimos?”. Y añadir: “eso está muy bien pero es mejor hacerlo así” y coger la mano del niño para acariciar o hacer cosquillas con ella al otro niño.
De este modo, se está reparando la conducta que inicialmente no ha sido correcta y este niño entenderá y aprenderá desde pequeño que pegar no es una opción. Esto conllevará que en su infancia, se relacione de forma más positiva y sana no utilizando la agresión física como recurso. Algo que evidentemente, se hará extensivo cuando alcance la edad adulta.
A nadie nos gustaría que nuestros hijos e hijas cuando sean adultos se relacionen de forma agresiva, por lo que, hay que replantearse muy seriamente el modo en que queremos educar emocionalmente a nuestros hijos, para que desarrollen recursos que les permitan crecer y madurar respetando a las personas y entendiendo que la agresión no se puede ejercer ni justificar en ningún caso.
¿Que opináis de estos comportamientos?
Si te ha gustado, difunde compartiendo el artículo.
5 comentarios
Me parece que tocas remas muy interesantes. ¿qué hay de las relaciones entre padrastros/madrastras e hijastros/as? ¿Podrías decirnos algo al respecto?
A grandes rasgos, entiendo que la educación y el modo de llegar a los niños y niñas, debe de ser a través del juego, independientemente del tipo de familia de la que procedan. Actualmente hay familias adoptivas, de acogida, monoparentales, reconstituidas… Lo importante es que ofrezcan un clima estable y emocionalmente sano para que crezcan felices. Un tema interesante que trataré más . Un saludo y gracias por tu comentario.
¡Acabo de conocer este blog y ya me encanta! Contenidos muy interesantes y muy útiles, tanto para padres como para colegas de profesión. Esperamos seguir leyéndote durante muchos años 🙂 ¡Un saludo desde Málaga!
Hola Maria!!
Muchas gracias por tus palabras!! Un abrazo para ti y tu tierra!!