El semáforo emocional es una herramienta dirigida a niños de entre 5 y 10 años aproximadamente.
Los niños, con esta edad, suelen identificar de forma adecuada emociones como el miedo, la ira o la pena. Sin embargo, no siempre su respuesta es proporcional a la situación que han vivido, lo que puede ocasionar más de un conflicto. Por eso, es habitual observar como un niño ante una orden, como puede ser que se prepare para irse a dormir, reacciona enfadándose, con lloros, o con gritos, porque está aprendiendo a regular su respuesta ante algo que no le gusta.
Para ayudarle, podemos regalarle un semáforo emocional, poniéndolo en un lugar visible en el espacio personal del niño dentro del hogar. Le explicaremos la diferencia entre los colores, aclarándole que el color rojo corresponde al miedo, el color amarillo a la ira, la frustración o la rabia y el color verde a la pena. Al lado del semáforo, iremos escribiendo en el color correspondiente, la emoción y la respuesta que pretendemos conseguir. Se puede complementar con dibujos de caras, si consideramos que así lo va a entender mejor.
¿Cómo le explicamos el semáforo emocional?
Una vez que asocie cada color con una emoción, es preciso explicarle cómo debe ser la respuesta ante cada emoción:
- De ese modo, entenderá que cuando sienta miedo ante un peligro, primero debe de decir “no”, si no es respetado se debe gritar, y finalmente, lo deberá contar en casa para poder reparar lo que ha ocurrido.
- De la misma manera, ante la ira, la rabia o la frustración, se le debe aclarar, que la forma más adecuada de actuar, es reduciendo la intensidad de la emoción que estamos sintiendo para poder pensar con claridad, y que para ello, cogeremos todo el aire que podamos y lo expulsaremos en tres ocasiones, para contar seguidamente del 10 al 1.
- Con la pena, le mostraremos, que demandar mimos y afecto a mamá o a papá, o incluso a la profesora o a los compañeros en caso de necesitarlo, no es signo de debilidad, sino de madurez emocional.
Cuando estos aspectos han quedado claros, llega el momento de ponerle ejemplos gráficos, primero dándole nosotros mismos la solución, para que entienda la diferencia, y de forma paulatina, y adaptada a su nivel de comprensión y aprendizaje, exponerle a ejemplos de situaciones en las que sea el niño quien ofrezca la solución.
De este modo, cuando surjan situaciones en la vida cotidiana, el niño, será capaz de recordar lo que ha aprendido a través del semáforo, y de regular de forma más adecuada sus respuestas. Es probable, que en la fase inicial, cuando se exponga a hechos rutinarios que le provocan una u otra emoción, se equivoque y no la clasifique de forma correcta.
En esos casos, es preferible no reñir por haber tenido una respuesta “roja” ante una situación “amarilla”, sino recordarle, que está respondiendo de una forma correspondiente a otro color. De ese modo, le estamos dando la oportunidad de reajustar su respuesta y de aprender la forma correcta de solucionarlo.
Algunos ejemplos:
Color rojo: Un niño que te quiere pegar; un desconocido que quiere que le acompañes; alguien que te quiere bajar los pantalones para tocarte.
Color amarillo: Estás en el parque, y papá te dice que nos tenemos que ir; estando en casa, mamá te dice que tienes que hacer los deberes y no te apetece; se le dice que hay que apagar la televisión cuando estás viendo unos dibujos que te gustan.
Color verde: Vamos al supermercado a comprar tus cereales favoritos pero no quedan; estás comiendo un helado y se te cae al suelo; estamos paseando, y ves que una señora se cae al suelo y se hace daño.
3 comentarios