Mamá, cada mañana y cada tarde recorro ese pasillo y no me dice nada. Sólo me mira y yo ni me doy cuenta. Pero llega la noche y oscurece. Y lo que de día me parecía música, ahora me suena a ruido. Ruido que me asusta, ruido que me llama, ruido que me paraliza… también cuando para.
¿Tú hijo tiene terrores nocturnos o son pesadillas?
Me desperté sobresaltada con un grito, corrí todo lo que pude y me senté a su lado. Le cogí la mano y con un lloro desgarrador consiguió decirme: “déjame marchar mamá, déjame ir”. ¿Ir a dónde? le dije yo con una angustia como sólo una madre puede sentir cuando ve sufrir a su hijo.