Y llega ese momento en que vamos con nuestro hijo o nuestra hija, paseando y nos encontramos con un conocido. Y nos paramos a hablar…y este conocido le va a hacer aprecio al niño o a la niña, se le arrima, le toca o incluso le da un beso con intención de que el niño o la niña se lo devuelva.
Esta situación es más habitual de lo que parece. Y si que es verdad que algunos niños y niñas responden con una sonrisa a estos estímulos de alguien que no conoce. Pero la reacción más lógica es que el niño o la niña se retraiga, o incluso se asuste, pues es un rostro desconocido.
Ante una situación así, hay varias formas de proceder: que los padres le digan a su hijo o a su hija que ellos le conocen y pretendan que el niño o la niña le haga las “gracias” pertinentes e incluso le de un beso. O que entiendan y respeten al niño o a la niña, le den su espacio y le expliquen que ellos le conocen pero que no tiene que hacer nada que no quiera. Es decir; se puede optar por querer conformar al adulto o por entender a nuestro hijo o hija y respetarle.
Es interesante ver que entre adultos somos más respetuosos con el espacio vital de cada persona. Sin embargo, en cuanto entran “en juego” niños o niñas, parece que esos valores cambian por completo. Y esto no debería ser así. Luego querremos que cuando crezcan no hablen con desconocidos.
Tal y como nos ocurre a los adultos, es normal y sano que una niña o un niño sea “él mismo” en casa, pues es el lugar en el que más seguro y relajado se encuentra para experimentar. También puede tener esa sensación en otros lugares, siempre y cuando sea un entorno conocido (como por ejemplo el parque) y esté con figuras de referencia estables como pueden ser sus padres.
Tenemos que pensar que los niños y las niñas son dueños de su cuerpo, de sus pensamientos y por supuesto de a quién quieren besar y a quién no. Considero que el afecto hay que ganárselo y que los niños y las niñas aún no tienen adquirido el concepto de “saludo cordial con beso a alguien que no conozco”. Sencillamente porque son niños y porque tienen toda la vida para aprenderlo. Hay que dejarles ser niños, niñas y entender y respetar que no quieran besar. Ni siquiera debiéramos de justificar esta conducta ante un adulto. La población debe ir entendiendo y adquiriendo una mayor conciencia de que esto es lo sano para los niños y las niñas.
También hay tendencia al “intercambio”, aunque tiene tintes de chantaje emocional. Veamos otro ejemplo gráfico en el que el adulto dice al niño o a la niña que le de un beso y que a cambio le dará un caramelo. Esto es “de aplauso” y se oye más de lo que debería. En estos casos, creo que lo correcto es que los padres intervengan y le pidan por favor al adulto que no le ofrezca gominolas a cambio de afecto. Considero que hay que proteger a los niños y no confundirles y que hay situaciones a las que no se les debe exponer. Los niños y las niñas deben aprender que el afecto es voluntario y que sus padres no van a obligarles a besar a quien no quieran.